jueves, 26 de agosto de 2010

La aventura de la ciencia

En la realidad cotidiana, con la casi omni-presencia de la ciencia y la tecnología (la tecno ciencia en feliz denominación de Gilbert Hottois), resulta inevitable ver ciencia por todas partes. Pero, a pesar de todo, todavía resulta lo suficiente difícil hablar seriamente de ciencia en el cine. De hecho, tal y como dice Jacques Jouhaneau: "El cine se alimenta de ficciones, la ciencia de realidades". Parecen, de entrada dos mundos lo suficiente incompatibles.


De hecho, una búsqueda bibliográfica sobre "ciencia" en la biblioteca de una Filmoteca acostumbra a dar resultados bien pobres, y casi siempre centrados en dos grandes aspectos que parecen resumir la relación entre cine y ciencia: el cine científico y la ciencia ficción. El primero se refiere a una vertiente divulgativa del cine, el segundo es el que ahora nos interesa aquí: el cine de ciencia ficción.


Posiblemente, en la literatura, la primera referencia importante a la ciencia y a lo que ésta representa para la sociedad que la práctica y la adopta se encuentra en el Frankenstein (1818) de Mary Shelley. Desgraciadamente, el cine ha cambiado la imagen popular de lo que originalmente era una seria reflexión sobre el poder de la ciencia y su responsabilidad final. Mary Shelley subtituló su novela como "el moderno Prometeo", destacando el hecho que el científico, el doctor Frankenstein, como Prometeo, se arriesga a hacer aquello que está "prohibido", dar a los humanos el fuego que "pertenece a los dioses", precisamente por aportar a la humanidad nuevas posibilidades que hasta entonces le habían sido negadas.


Historiadores de la ciencia ficción como el británico Brian W. Aldiss acostumbran por lo tanto a considerar el Frankenstein de Mary Shelley como la primera novela de ciencia ficción, en el sentido de la definición que Isaac Asimov daba a este género narrativo, una especulación: "sobre la respuesta humana a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología".
 
La transgresión iniciada por James Whale ha continuado vigente a lo largo de la historia del cine de ciencia ficción. Hasta tal punto que, hoy en día, la mayoría de la gente, por la gran fuerza comunicativa del cine, tiene precisamente una imagen ligeramente sesgada de lo que es realmente la ciencia ficción.



Para muchos, la ciencia ficción cinematográfica es poca cosa más que material digamos que casi "infecto" para consumo de adolescentes que se dejan llevar, sobre todo, por las maravillas de los efectos especiales. Y es que la mayoría de productores cinematográficos consideran que el cine de ciencia ficción se ha de centrar precisamente en la aventura poco razonada y un tanto infantiloide, aderezada, eso sí, con brillantes efectos especiales.


Dicho de otro modo, esos productores cinematográficos suelen considerar el cine de ciencia ficción como material de segunda clase para uso y consumo de un espectador poco exigente como son los adolescentes y los jóvenes de quienes, además, parece que los productores de Hollywood no tienen por cierto una imagen lo suficientemente positiva.

El relativamente reciente remakede "Planet of the Apes" (El planeta de los simios, 2001) hecho por Tim Burton de la que ahora reconocemos como excepcional película del mismo título de Franklin J. Schaffner (1967) nos proporciona la anécdota esencial. Preguntado sobre el cariz banal de la nueva versión, el productor Richard Zanuck decía en una entrevista que la nueva versión tenía más acción, más efectos especiales y más espectacularidad y un muy menor grado de reflexión que la versión de los años sesenta porqué, decía, "los espectadores de hoy no están interesados en los aspectos filosóficos" (sic).

En general el cine de ciencia ficción no debe confundirse con la literatura: en la vertiente cinematográfica de la ciencia ficción se utilizan otras convenciones narrativas, se limita en gran medida el ámbito temático, se priman de forma excesiva los elementos fantásticos e irracionales y, en general, se exige bastante menos de la inteligencia de la audiencia. Pero es mucho más espectacular y, gracias a las campañas de promoción de las productoras (sorprendentemente ayudadas por los editores de telediarios...), alcanza un público mucho más numeroso.


Lo cierto es que el cine de ciencia ficción gusta y es evidente que tiene mucho más público y consumidores que la ciencia ficción escrita. En realidad es el cine el que construye actualmente (cuando la lectura parece perder peso relativo en el tiempo que los ciudadanos dedican al ocio o la cultura) lo que podríamos llamar el "imaginario popular" sobre la ciencia ficción.

En fin son gustos y corrientes diferentes...

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